Por eso el bolígrafo que nunca escribe es el que necesitas cuando estás hablando por teléfono, al igual que si te pones a caminar el autobús llegará precisamente cuando te encuentres a mitad del camino entre las dos paradas, eso pensó Esteban instalando su problematico antivirus que ocasionaba aún más problemas que los propios virus.
Pero se le hacía tarde, y solamente podía confiar ese día en su única amiga viva.
Su peluca revlon.
Las demás fenecieron en intensos capítulos de peluquería.
Esteban era Amelie del Rio, cuando servía copas en un bar de carretera.
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